¿El niño que fuiste se sentiría orgulloso del adulto que eres?

¿Sabemos quiénes somos y estamos satisfechos? O como leí alguna vez en alguna parte… ¿El niño que fuiste se sentiría orgulloso del adulto que eres? Pasan los años y suceden diversos acontecimientos, estamos hechos de malas y buenas experiencias, algunas lecciones que tuvimos que aprender a cocachos y algunas anécdotas que siempre contaremos riendo como si las volviéramos a vivir. La hoja en blanco que fuimos alguna vez se va llenando de a pocos, ¿Vale la pena lo que va quedando escrito? ¿Nos hemos asegurado de borrar lo innecesario?

A menudo la rutina y nuestras ocupaciones cotidianas nos distraen, dejamos de lado nuestros sueños y hasta los solemos olvidarlos. Nos vamos convirtiendo en marionetas del trabajo, de las expectativas de otros y tomamos rumbos que nos desconectan del propósito de nuestras vidas. Si ahora los invito a hacer una pausa para analizar todo lo que han venido haciendo estos últimos meses ¿Qué sentirían? ¿Se habían propuesto algo para este año? ¿Van por buen camino o no se han atrevido a dar ni el primer paso? No es tarde, cada quien tiene su tiempo y su propio proceso. Hay que arriesgar por ese sueño, hay que invertir, hay que luchar, hay que enfrentar miedos, hay que eliminar las expectativas familiares si es necesario, hay que olvidar el qué dirán, hay que empezar ya.

Este último cumpleaños me ha llevado a la conclusión de que no me asusta el paso de los años sino no saber aprovecharlos. Agradezco mi crecimiento personal, el haber detectado carga pesada que no podía tener más conmigo y el haberme reconectado con mi camino.

Encontrar un balance entre la vida personal, laboral y académica puede llegar a ser fácil si vemos con optimismo cada desafío que se nos presenta. Cuando queremos dedicarnos a algo o alguien siempre hay tiempo si es que realmente nos interesa, cuando nos proponemos algo y tenemos voluntad para lograrlo pues ya estaremos haciendo mucho por nosotros mismos.